Hölderlin, en las redes de la locura, al cuidado del carpintero Zimmer en Tübingen, repetía continuamente una palabra enigmática: "Pallaksch. Pallaksch." ¿Qué balbucía el poeta loco?"
"Si viniera,
si viniera un hombre,
si viniera un hombre al mundo, hoy,
con
la barba luminosa de los
patriarcas: podría,
al hablar de esta
época,
podría
sólo balbucir y balbucir
por siempre, por siempre
("Pallaksch. Pallaksch")"